Hoy el Gobierno ha anunciado oficialmente la decisión en torno al régimen penitenciario en que deberá cumplir el resto de su condena Iñaki De Juana Chaos. Se trata sin duda de la decisión más delicada adoptada desde el inicio de la legislatura, con todo lo que eso conlleva de por sí, y con lo que puede conllevar estando los ánimos como están en los últimos meses (por no decir años).
Para valorar en su justa medida la cuestión, previamente hay que puntualizar dos aspectos diferentes de la misma:
1. ¿Cuál es la medida adoptada? Instituciones Penitenciarias, el órgano competente para adoptar este tipo de decisiones, concede el segundo grado a De Juana Chaos, que tendrá que cumplir el resto de su condena en régimen abierto, presentándose periódicamente ante las autoridades.
2. ¿Cuál es la condena que se somete al cambio de régimen penitenciario? La condena que De Juana deberá terminar de cumplir en segundo grado es la que corresponde a sus delitos de amenazas, a través de dos artículos publicados en el Diario Gara. Por tanto, no es la condena por los 25 asesinatos que se le acreditan la que se ve afectada, pues aquella condena ya fue cumplida anteriormente.
Aclarado esto, podemos hablar de la legitimidad de la medida. ¿Es legítima la decisión? Absolutamente: esta prevista en la ley. ¿Existen precedentes? Muchísimos, incluídos casos de otros miembros de ETA con delitos de sangre a quienes se les concedieron segundos grados y reducciones de condena. Lo lamentable es que esto tenga que convertirse en una discusión sobre quién ha hecho más favores a los terroristas. Que no se equivoque nadie: aquí no se le ha hecho ningún favor ni a ETA ni a los que pretenden convertir la lucha contra el terrorismo en una carrera electoral. Cuando un gobierno adopta una medida como esta (impopular, polémica, pero legítima y, a mi modo de ver, justa), a quien está haciendo un favor es al estado de derecho. La ley no está hecha para la venganza, sino para la justicia. Y la justicia es igual para todos, incluso para De Juana Chaos.
Asi que mientras unos tratan de apuntarse un tanto diciendo que si De Juana Chaos vuelve a comer es porque han luchado duro durante meses por conseguirlo, y mientras otros dicen y van a seguir diciendo que el Gobierno ha cedido una vez más ante el chantaje de ETA y que está vendiendo España (y no sólo Navarra), los que miramos un poco más allá vemos cómo unos y otros han sido derrotados, como unos se han quedado sin un mártir deseado y viendo como otros siguen siendo incapaces de imponer su lógica perversa a un Gobierno que, mal que les pese, gobierna y va a seguir gobernando con la ley en la mano.
Ahora, en la calle, se manifiestan los que se acuerdan de los muertos cuando les va en ello el voto. Cánticos de "No estamos todos, faltan 25", que nadie escuchó cuando a De Juana Chaos se le redujo la condena hace años. Fotos de Miguel Ángel Blanco, alzadas en un sucio intento por mezclar las cosas, por una mano que seguramente no se tiñó de blanco hace 10 años cuando le metieron dos balas en la cabeza. Las mías sí que salieron a la calle. Eran tiempos en que gritábamos "libertad sin ira", pedíamos paz y nadie llevaba una foto de un Presidente de Gobierno ni una insignia de un partido. Teníamos claro quién era el enemigo a batir y no existía la demagogia. Las manifestaciones no acababan con el himno de España.
Y el regusto amargo de que un personaje como ese, a día de hoy, vuelva a la calle, sólo puede verse compensado, aunque sea levemente, por la constatación de que aún es posible trazar una línea que separe a los que vivimos a un lado y otro de la ley, una línea entre los que matan y los que respetamos la vida. Esa es la grandeza del estado derecho: que está hecho para todos, también para los asesinos.
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