Llevo tiempo pensando en el mensaje oculto tras el último anuncio de una conocida marca de automóviles. Queda claro que más que vendernos una propiedad concreta del objeto en sí, lo que quieran es generar impacto, curiosidad, y que por tanto, se hable de ellos. Pues les felicito: lo han conseguido.
No es habitual ver a un ejército de peluches comportándose como seres humanos, con sus neuras y sus pequeños corazoncitos sentimentales. Sin embargo, lo que me ha llamado a mi más la atención es el final del spot publicitario... ese cerdo que se queda solo y abandonado, ¿se queda solo por despistado, o nadie le ha dicho que la familia se mudaba? Esa niña que tan atenta parece con el resto de sus mascotas, ¿lo ha repudiado a conciencia? Y lo más intrigante: su pareja, ¿aprovecha la ocasión para deshacerse de él?
Parece una tonteria, pero no lo es: lo que en un primer momento podía parecer una apología de la familia tradicional al más puro estilo conferencia episcopal ("los animales, de dos en dos, duap, duap"), puede convertirse, si lo analizamos adecuadamente, en una defensa del modelo monoparental, de la ley del divorcio y, ahora que estoy con el tema, de lo que Jorge Bucay llama "autodependencia".
Prometo no haber bebido.
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