Sadam Hussein ha sido ejecutado. La justicia iraquí, legitimada por el poder político estadounidense, que se ha encargado de crear el nuevo orden democrático del antiguo feudo de Sadam, le ha aplicado una de las menos retorcidas técnicas de entre las que él mismo solía utilizar con aquéllos a quien consideraba opositores: la horca. Le hemos visto en el cadalso, negándose a que se le cubriera la cara, y le hemos visto muerto, en una bolsa de plástico blanco. Las imágenes al alcance de cualquiera con acceso a la red u otro medio de comunicacón gráfico.
No deja de ser curioso. Hace pocos días, Augusto Pinochet, dictador y genocida chileno, moría a los 91 años de edad, en una cama de un hospital, con su familia rodeándole y sus seguidores aclamándole. Mientrastanto, Fidel Castro sigue en la penumbra informativa, nadie sabe si se muere o si se vive, pero él sigue ahí, recibiendo las visitas de su amigo Hugo Chávez. Y Kim Jong espera la nueva entrega de los premios de la Academia de los Oscar de Hollywood.
La diferencia entre unos y otros, entre los que escapan de la justicia por muerte natural y aquéllos que ven como su país es invadido, sus conciudadanos (que no su pueblo) masacrados, y sus juicios y ejecuciones convertidos en circos mediáticos, la única diferencia, en última instancia, es un interés concreto, estratégico, el interés de la Casa Blanca. Estados Unidos puede colocar a Pinochet en Chile, a costa de la democracia chilena, o poner a sueldo a Hussein en Iraq, fotografiarse con el caudillo de España por la gracia de Diós, o decirle a Corea del Norte que, a poder ser, sean buenos niños, pero sin pasarse, no sea que se enfaden y lanzen algún misil de carga atómica. Cuando alguno de ellos molesta y no hay más riesgo que la destrucción de un país que no es el nuestro, vale todo para verle ahorcado.
PENA DE MUERTE?¿?¿ NI PARA SADAM!!!
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