Tuesday, February 20, 2007

Yo tengo un tío en América (Londres IV)

Nuestra primera mañana en Londres fue destinada a tratar de satisfacer una eterna obsesión que me perseguía desde pequeño: pasear por Portobello Road, pero a poder ser con los tenderos en plena acción. Y es que ya se sabe: "Portobello Road, Portobello Road, donde se compra y se vende hasta el sol..." No sería digno de friki obviar aquella canción de La Bruja Novata y perderse el mercadillo londinense por excelencia. Así que, fiándonos de nuestra siempre útil Lonely Planet, nos fuimos para allá y, mi gozo en un pozo, encuentro la calle desierta. Cuando ya prácticamente había tomado la determinación de girar sobre mi mismo y volver a Notting Hill, diviso a lo lejos las primeras paradas. Admito que no encontré más que frutas y verduras, pero fue suficiente para sacarme la espinita que llevaba clavada.

Arriba, Portobello Road; debajo, Buckingham Palace

Con ese peso off my back, cogimos el metro en dirección a Buckingham Palace. Su majestad nos espera para el cambio de guardia. En este contexto, tuvo lugar uno de los hechos más excepcionales de la historia de Inglaterra y quizá del mundo: ¿cuántas personas se han comido una Petite ecollier delante del Palacio de Buckingham? Podemos decir que nosotros sí.

Nada como una galleta en casa de la Reina

Y ya situados en un lugar de privilegio, nos disponemos a captar preciados momentos de esa solemne ceremomia que es el cambio de guardia. Antes de que la Guardia Real abandone Palacio, sus músicos nos deleitan con clásicos himnos reales como... "Somewhere over the rainbow" o la archiconocida canción de "West Side Story", "Yo tengo un tío en América". Para que a mi me llamen friki...

Había gente que pisaba esto, ¡por Diós!

Dispersados los señoritos de cabeza a lo Marge Simpson, atravesamos los jardines de Sant James, en dirección a Trafalgar Square, donde nos espera la National Gallery. Antes, mientras caminamos por el Princess Diana Memorial Walk, tenemos tiempo de conversar con un grupo de simpáticas ardillas que, lejos de asustarse, se acercan al viajero sin ningún tipo de pudor, en busca de su preciado botín comestible.

Ni es Banner ni es Flappy

El hambre comeinza a apretar cuando llegamos a Trafalgar Square, así que permito preguntar a uno de los empleados de la National Gallery cuánto tiempo suele tomar ver las colecciones permanentes del edificio. Me responde que aproximadamente unos cinco días, pero que si soy Speedy Gonzales, en tres horas lo podemos hacer perfectamente. Así que mejor nos vamos a comer y volvemos más tarde...

Trafalgar Square y la National Gallery

1 comment:

Anonymous said...

Well said.


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