Cuando el martes pasado se anunciaron las nominaciones para la próxima entrega de los Oscar de Hollywood, Salma Hayek no pudo reprimir su alegría ante el anuncio de la candidatura de Penélope Cruz a mejor actriz. Para el cine español, esa fue la cara de la jornada, junto al éxito de "El Laberinto del Fauno", de Guillermo del Toro. Sin embargo, también hubo una cruz, encarnada en el supuesto fracaso de "Volver", de Pedro Almodóvar.
Si califico la situación como de "supuesto" fracaso, no es de forma gratuíta. Suponer que el hecho de no ser nominado es un fracaso, es limitar el éxito a cinco directores, cinco películas, cinco actores, etc. Ser nominado es un éxito, ganar el Oscar es lo máximo, pero que hablen de ti también debería constar en el palmarés. Y de Pedro Almodóvar se ha hablado y se seguirá hablando. La nominación de Penélope también es un reconocimiento al buen trabajo de un director y de unos guionistas, que han dado forma a un personaje lo bastante elaborado como para merecer esa nominación, a diferencia de aquellos papeles que normalmente interpreta Penélope Cruz en Estados Unidos, encasillada en el eterno y colectivo cliché hispano.
Hago esta defensa de Almodóvar, porque quiero reconocer que incluso yo, que no le soporté durante años, ni a él ni a sus películas, me he acabado rindiendo a su trabajo y sí, me ha gustado "Volver". Sin embargo, caer en la tentación de nominar siempre al mismo director como representante de nuestro cine en Hollywood o verle demasiado a menudo en la gala de los Oscar, podría hacer que terminaramos creyendo que su éxito viene dado por quién es y no por aquello que hace. Así pues, esta ausencia, y el relevo de P a P, puede terminar siendo beneficosa incluso para el propio Pedro Almodóvar.
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