Ladies & Gentlemen...

Hay un momento en la carrera de todo gran artista en el éste debe escoger entre una retirada a tiempo o perpetuarse viviendo de las rentas de lo que fue, abocándose irremediablamente al abismo del esperpento. La noche del 29 de octubre, Rod Stewart dejó atrás los Wembley Arena y los Madison Square Garden para hacerse dueño del gran escenario de Operación Triunfo. No le ha bastado con pasarse un lustro entero grabando dicos con canciones que no son suyas, al más puro estilo cassete de gasolinera, sino que ahora se rebaja a pisar los mismos escenarios que Andy y Lucas (con todos los respetos para Lucas y, sobretodo, para Andy, que está muy bueno). Después de deleitarnos con un fantástico medley con canciones de Gloria Gaynor o Tina Turner, y tras una serie de meneos de cadera que habrán hecho caer en picado la líbido de las apasionadas adolescentes de primera fila, ha llegado el gran momento:

Jesús Vázquez sale al escenario, se dirige a ese gran artista que fue Rod Stewart, le tiende la mano... y Rod Stewart pasa de su puta cara y se va corriendo del escenario! Impresionante, lo mejor de la noche, la cara de Jesús Vázquez un poema y el poco crédito que le quedaba a Stewart, por los suelos. Como le dijo una vez aquél a Fernán Gómez: "yo le admiraba!"

Una imagen vale más...

que mil palabras? puede ser, porque el corazón tiene razones que la razón no entiende, no es cierto? muchas veces quisiéramos poder hacer de tripas corazón, pero acabamos revolcándonos en la extraña satisfacción del que se autocompadece, renunciando a controlar nuestros propios sentimientos, porque si no lo intentas no puedes fracasar, no es cierto? no nos reconforta acaso pensar que nuestras desgracias ya estaban escritas? que no somos responsables de ellas y que ni tan siquiera vale la pena el intento de ponerles remedio? no nos sentimos mejor si la responsabilidad no pesa sobre nuestros hombros? no es mas grande la carga de quien se sabe responsable e incapaz de deshacer el camino andado? puede que sí... puede que sea mejor claudicar, aceptar nuestra propia irrelevancia, asumir que sí, que nuestras vidas son los ríos, que van a parar al mar, que es la muerte... podemos vivir esa vida, que ya esta escrita, en la placidez de quien no se siente responsable, aun a costa de correr un riesgo: el riesgo de despertar un día y percatarnos de que la vida que vivimos no es la nuestra, sino una de prestado, y darnos cuenta de que pudimos hacernos responsables cuando decidimos no serlo, de que pudimos cargar con el peso en nuestros hombros cuando creímos mejor renunciar a él y dejar de ser nosotros mismos. y ese día, quizás, veremos que hubo alguien que no se compadeció, que lo cargó a sus espaldas, y que deshizo el camino, que vivió una vida que nadie le prestó, que aprendió de sus propios errores porque eran suyos y de nadie más, y quizás ese día queramos deshacer lo andado, cuando ya probablemente sea demasiado tarde, porque nuestra vida ya haya ido a parar al mar.